De repente se apagaron las luces, sonó una sirena y mi amiga me dice: «tengo claustrofobia, esto no me gusta». Inmediatamente la vida te muestra lo múltiples que somos los humanos. Otra de las chicas de mi círculo más íntimo en Moscú grita riéndose: «qué bueno esta esto!». La vida es así. Múltiple. Hay lugar para todos. Yo, para mi asombro, como si nada. Mi claustrofobia no apareció y, la verdad, nunca fui consciente de la cantidad de metros que bajábamos en esos 18 pisos en dirección a lo profundo de la tierra. Lo bueno es que pudimos entrar, aprender, sacar conclusiones y salir!!
La anécdota vivida con mis amigas argentino-moscovitas era un simple simulacro en el Búnker 42. Un lugar a 65 metros de profundidad en pleno corazón de Moscú, en donde todo se mueve cuando pasa el metro.
Cuando llegué al “Bunker de Stalin” sólo me dispuse a no pensar en la profundidad en las que estaría en las próximas dos horas. De esa manera, las escaleras y los pasillos estrechos eran sólo una pieza para conocer el siguiente espacio. Ví los equipos de comunicaciones, preste atención a la imponente estructura de filtros de aire para mantener la temperatura. Todo estaba calculado: el mantenimiento de combustible y las reservas necesarias como para meses enteros allí encerrados. Estaba todo preparado por si saltaba la alarma en el barrio Taganska de Moscú, al sur del Kremlin.
Fue creado durante la Guerra Fría, cuando un conflicto nuclear parecía inevitable y había que tener un refugio secreto para salvarse. Lo peculiar es que este amparo subterráneo de Joseph Stalin no es nada pequeño. Son 7000 metros cuadrados bajo tierra. En ese entonces, 600 empleados trabajaban constantemente para estar listos en un eventual ataque nuclear. Para no levantar sospechas, al ser construido se utilizó la infraestructura del famoso Metro de Moscú. Incluso la puerta del refugio fue construida para que pareciera la de una casa normal. De película! Todavía se conservan algunas de esas joyas de la comunicación, salas de reuniones, habitaciones, espacios de trabajo, una heladera y los antiguos teléfono. Al ver todo eso, resulta inevitable pensar que las películas pueden tener algo de cierto y que, si en 1956 estaban conectados al mundo por miles de cables y cablecitos, hoy en día, con el avance de la tecnología, sería de asombro. Imagínense!!!
Como todo lugar secreto, nunca se supo la verdadera finalidad del bunker ¿Solo resguardarse para un ataque nuclear? ¿Resguardar a quienes? ¿Había algún tipo de listado de personas a proteger? Secretos que se lleva la Historia.
Con el fin de la Guerra Fría el Búnker 42 y los equipos que contenía fueron simplemente abandonados. Con el tiempo, la Federación Rusa subastó el edificio a una empresa privada que lo restauro y lo convirtió en museo. Pero eso no es todo. ¿Recuerden que les comenté que eran 7000 metros cuadrados y con capacidad para 3 mil personas?
Los negocios son negocios y ahora el bunker de Stalin contra La Guerra Fría es escenario de fiestas de cumpleaños, casamientos, salas de juegos y hasta un restaurante. ¡Esa es la parte que me falta conocer, así que si vuelvo les cuento!
Al subir nuevamente los 65 metros que me separaban de la ciudad, recién me di cuenta de donde había estado. Muy lejos de las veredas del pesado aire de la Moscú. Bajando y subiendo escaleras, caminando por pasillos demasiado angostos, viendo lugares minúsculos, oscuros, sin aire natural, sin ventanas y sintiendo el metro cada vez que hacía su recorrido. Otro mundo cerca, pero lejos. Ahí fui consciente de que un poco de inconsciencia me ayudo a pasar una experiencia divertida e interesante.


