La diosa griega Nikè tenía alas que impulsaban al movimiento, la fuerza. Por eso era la diosa de la Victoria, invocada para las competencias atléticas y militares. Una diosa que da suerte evidentemente. Al menos a los fabricantes de zapatillas.
Mi paso por Atenas no escapó de lo notoria y cruda crisis que están viviendo los griegos. Porque se nota y porque no se habla de otra cosa. Pensé mucho en cómo un mismo lugar provocó tanta inspiración y aspiración al progreso, ahora cae en el desgano cada día. Allí, donde nacieron la mayoría de nuestros conocimientos y modalidades sociales, se vive en una sociedad desgastada.
En la realidad cotidiana, a los griegos, les urgen las necesidades y les arde la economía real. Comer, vestirse, dar educación a sus hijos, acceder a medicamentos, pagar impuestos, cumplir con los bancos, las tarjetas de crédito, alguna hipoteca, etc. Necesidades que ni Aristóteles ni Sócrates les pueden dar en 2017.
El mes pasado, el país cayó por tercera vez en recesión y los griegos están enojados. Su indignación se personaliza contra su Primer Ministro Alexis Tchipras y también contra la Canciller alemana Angela Merkel: «La que verdaderamente gobierna acá”, me dijo un mozo decepcionado de todo. Aún más cuando le dije que era periodista…no cree que nadie. Pero no confiar en nadie tiene su costo. Ese desasosiego de sentirse sin respaldo, sin comprensión, sin fuerza, sin voluntad, sin alas.
Lo cierto es que el desgaste de los ciudadanos hace que se pierda el respeto por el otro. Y se demuestra en pequeños detalles. Nadie respeta los semáforos, se habla por teléfono en bici o en moto. Si los policías los paran para llamar la atención la contestación es «no me importa». Así de pesado todo.
Sin embargo, en Grecia se lo pasa bien. Porque a pesar de todo, todavía sonríen. Se nota que tienen mucha vitamina D, mucho sol todo el año. Así que todo el mundo habla, discute o grita por la crisis, pero sonríen. Mientras… tratan de aprovecharse de los turistas. Por eso los precios son «según la cara de quién pregunta» y, también por esa razón, hay que tener cuatro ojos por los oportunistas que te pueden robar algo en un descuido. Inseguridad no hay, pero carteristas brotan.
Hasta aquí, algunos datos. No menores son las observaciones divertidas de mi viaje: mis compatriotas.
Me crucé con muchos en estos días y fue notorio como los argentinos hablamos en “argentino” a todo el mundo. No importa si el señor es griego, está de local en su propio país, y sepa (por cuestiones lógica) hablar griego o, a lo sumo, inglés.
Por qué debería saber hablar español o,bien, argentino un griego? Lo copado es que somos educados. Al menos los que me crucé. «Gracias, eh?!». «Cuanto cuesta che?». «Permiso, me dejas pasar?». «Amigo, me sacas una foto?» . Esas son las frases que escuche para comunicarse. Los argentinos hablamos en argentino aunque estemos en…Grecia!.
Lejos de enojarme y hablar de «los argentinos son»…me enamoraron. Los argentinos somos así, y qué?.
