Baikonur 2: La emoción de volar a Marte

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Una de las cosas que me trajo a este lugar recóndito del mundo fue que la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Federal Rusa trabajaron en conjunto para mandar naves a evaluar si hay vida en Marte.

Para ser honesta, el tema me resulta lejano, nunca me había puesto a pensar en la importancia de lo que ocurre más allá de la Tierra. Pero con esta experiencia conocí a quienes se fascinan por lo que ocurre traspasando la atmósfera terrestre.

En el poco tiempo y las corridas laborales pude conversar dos minutos con Álvaro Giménez Cañete, el director de Ciencia y Exploración robótica de la ESA. Tuve la oportunidad de desplegar la parte que más me encanta de mi profesión: preguntar, escuchar la respuesta y poder ver más allá en todo lo que dice el entrevistado casual. Este cordial español, doctor en Ciencias Físicas y especialista en Astrofísica, no perdió la emoción y el asombro que le provoca la ciencia. Con una importante trayectoria en el estudio del «más allá», se mostró fascinado sobre los descubrimientos que confía que tendrán gracias al proyecto EXOMARS que viajó a Marte.

El día de la conferencia de prensa le rogué que me concediera dos minutos de manera tan persistente que retraso una reunión con el resto del equipo del proyecto. Se mostró comprensivo ante mi necesidad, amable, simpático, simple y accesible. Siempre me pareció valioso que aquellas personas que logran lugares importantes y con roles fundamentales dentro de su área, no pierdan la sencillez.

Mientras se iba corriendo porque lo apuraban me dijo: «Sos Argentina no? Tienes el acento». Afirme con la cabeza y me reí.

Bien a lo argento, el día del lanzamiento, me acerqué a saludarlo y le pregunté: «¿Esta nervioso Álvaro? ¿Pudo dormír?». Su mirada y sus gestos me respondieron más que su: «pues con nervios, lógico. Dormí poco. Es que esto no es poca cosa, es algo increíble». Y no sacaba los ojos del cohete que se encontraba a 800 metros de donde nos encontrábamos.

Me pareció genial que con el paso de los años, la experiencia de avanzar en su carrera y de los desafíos cumplidos, este hombre siga sintiendo los lindos nervios de lo nuevo, de los sueños.

Con el paso de los días, una de sus frases me quedo rondado en la cabeza.

«Es que es lo maravilloso del hombre y de la ciencia, ¿vio?. Siempre es querer ir más allá en el conocimiento, en el descubrimiento. No quedarse solo donde uno está….»

Faltaba un minuto para el lanzamiento, yo estaba subida a una tarima improvisada quizás con la intención de viajar al más allá también. Comencé mi relato sobre la emoción del momento, se encendieron los motores, despegó el cohete ruso transportador de EXOMARS y al terminar, abrumada en mis pensamientos, no me doy cuenta que alguien me toca el hombro y me dice algo.

De repente veo a una mujer de cabello de furioso color rojizo que vuelve con la pregunta que me había hecho Giménez Cañete: «¿Sos argentina?». Cuando respondo de manera afirmativa la mujer no podía con su alegría, y yo no podía creer que alguien me hable en español en esta tierra lejana. Me sacó la duda con un «yo también soy argentina. Mientras estaba emocionada por el lanzamiento y te escuche hablar en argentino no lo podía creer!». Me reía sin parar, parece que la tonada me delata.

Diana Margheritis (si, si!, tocaya mía), es la responsable de protección planetaria del programa EXOMARS. Para que se entienda mejor: la protección planetaria son los equipos que intentan evitar que, la nave que viajó a Marte, contamine otro planeta accidentalmente o que se obtengan falsos positivos en la búsqueda de vida en el planeta marciano.

Pude leer y entender lo importante de la función de Margheritis después del encuentro. Es que todo era abrumadoramente emocionante: otra argentina, con mi mismo nombre, hablar en argentino, pasarnos los datos, seguir trabajando… Esta Argentina que vive en Italia también logró transmitirme su emoción especial en el momento vivido, su fuerza para seguir trabajando en la segunda parte del proyecto, la simpleza de pertenecer a una ambiciosa investigación y la necesidad de hablar en el idioma nativo.

Terminé mi experiencia del día repleta de enseñanzas. Entendí que nunca me importó lo que ocurre fuera de la Tierra pero no por eso deja de ser importante para la Humanidad y que, para algunos, puede ser de las cosas más relevantes de su vida. Entendí que puedo charlar con un/a desconocido/a de sus sensaciones más profundas de ese momento. Y por sobre todo, encontré personas prestigiosas que no perdieron su sencillez.